(I'm offering the English translation after the Spanish version)
Gaudete in Domino semper: iterum dico, gaudete!
Avanzamos en nuestro camino
hacia la fiesta de la Navidad, plenamente conscientes de que este tiempo
preparatorio de Adviento es un espacio verdaderamente de penitencia. Y así
hemos comenzado y vivido estos días. En el domingo pasado hemos escuchado las
palabras del profeta Isaías que dijo: Preparen
el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Estos palabras constituyen el corazón del mensaje de san Juan
Bautista, el precursor de nuestro Señor. Efectivamente, al rectificar nuestros
caminos, rellenando las valles de nuestra ignorancia, rebajando las montañas de
amor propio y la soberbia que estan en nuestros corazones, estamos respondiendo
a la llamada de la conversión. Es una llamada perenne, de toda la vida, pero
que se revista con especial urgencia estos días.
El tercer domingo de adviento,
el domingo Gaudete, nos muestra a su
vez que el fruto de la verdadera penitencia y conversión no puede ser otra cosa
que la verdadera alegría. El apóstol san Pablo nos exhorta de estar alegres
siempre, porque siempre estamos en camino de la conversión. En cuanto nos
pongamos en este camino, respondiendo fielmente a esa llamada a la conversión,
nos acercamos continuamente al Señor, cuya presencia entre nosotros y en nosotros
es fuente de toda alegría: Dominus enim
prope est. El Señor está cerca.
La liturgia nos muestra, pues, que la alegría cristiana no es la mera alegría
de un animal sano, que se pone a reír y alegrarse porque se está físicamente bien: come bien,
duerme bien, se divierta. No, la alegría de verdad brota y cunde de la
presencia del Señor al que hemos dado la bienvenido en nuestro corazón, en
nuestra vida. Es una alegría que vemos evidente en la vida de los santos,
primeramente de María nuestra madre santísima, que a pesar de las fatigas,
reveses y contradicciones de la vida, están llenos de alegría serena. Es una
alegría que se tiene que propagar; una que tiene que contagiar a los demás en
el alrededor.
La liturgia del domingo Gaudete nos enseña también que la
alegría que tenemos en este vida no es definitiva, sino que llegará a su
plenitud con la venida definitiva del Señor. Hace cinco años, en un domingo de Gaudete tal como hoy, celebré
solemnemente por primera vez la Santa Misa, y a pesar de las grandes ganas que
tenía de entonar el himno gozoso de la Gloria,
no pude, porque no estaba previsto por las rubricas. Nosotros cantaremos la Gloria definitiva en el final, pero se
trata de un himno de alabanza que esta ya incoada en nuestros corazones,
manifestado en nuestra vida. El Gaudete
nos orienta para ver que esta vida con sus alegrías no es definitiva, y que por
lo bonita que sea, hemos de mirar hacia la gran fiesta que está por llegar con
nuestra unión con Dios en el cielo.
Termino con unas palabras de un
gran pensador, Juan Escoto Eriugena: “No
se debe desear otra cosa sino la alegría de verdad, que es Cristo, ni evitar
otra cosa sino estar alejados de él, pues esto se debería considerar como causa
única de tristeza total y eterna. Si me quitas a Cristo no me quedará ningún
bien, y nada me asustará como estar lejos de él. El mayor tormento de una
criatura racional es estar privado de él o lejos de él”. Que estas palabras
nos ayuden en nuestro empeño de estar más cerca de Cristo, única fuente de
nuestra alegría. AMEN.
(The English translation)
Gaudete
in Domino semper: iterum dico, gaudete!
We
are moving forward on our way towards the great feast of Christmas, fully aware
of the fact that Advent is also a time of true penance. As such we have started
this season and we have lived all throughout this time. Last Sunday we heard
the words of the prophet Isaiah who said: prepare
the way of the Lord, make straight his paths. These words are at the heart
of the message of St. John the Baptist, the forerunner of our Lord. Truly, when
we make straight our path, filling up the valleys of our ignorance and apathy,
and allowing the mountains of our pride and self-love made low, we are
responding to the call of conversion. It is a call that is being made out to us
always, but which we could hear with special urgency in this season of advent.
The
third Sunday of Advent, Gaudete Sunday, allows us to see as well that the fruit
of true penance and conversion is true joy. The apostle St. Paul exhorts us in
his letter to the Philippians to be joyful always, and this is because we are
on the road of conversion. Inasmuch as we faithfully respond to the call of
conversion, we draw nearer always to the Lord, and the Lord makes himself
present in our lives. His presence is precisely the cause of true joy in our
lives and in our hearts: Dominus prope
est, the Lord is near.
The
liturgy shows us therefore, that true Christian joy is different from just
being that of a healthy animal, one that laughs and is happy because it is physically
well. No, true joy springs from the presence of the Lord, whom we have truly
welcomed in our hearts and in our lives. It is a joy that is most evident in
the lives of the saints, especially in that of Mary, our mother; despite of the
sufferings and contradictions that life held in store for them, they were able
to go through all of it serenely, in joy. This is the gladness that we need to
have, and that which we need to spread, wherever we may find ourselves in.
The
liturgy of Gaudete Sunday also teaches us that whatever joy we may have is
never definitive, but rather that which will reach its fullness only when the
finally comes. Five years ago, in a Gaudete Sunday such as this, I solemnly
celebrated for the first time the holy Mass, and despite of the great urge to
intone that joyful hymn of the Glory,
I couldn’t, simply because it wasn’t prescribed by the rubrics, it being a
Sunday of Advent. We shall definitively sing the Glory in the end, when we come face to face with God in heaven. But
this song of joy has already begun in our hearts, and is present already in our
lives. Gaudete Sunday directs us in order to see that even the positive joys of
life are not lasting, that this life is not definitive, no matter how beautiful
it may be. We need to look forward, turning our eyes towards the great feast
that is yet to come, the feast of our perfect union with God in heaven.
I
would like to end with these words of a great Christian thinker, John Scotus
Eriugena: “One ought not desire any other thing than true joy, who is Christ,
and avoid anything else but be far from him, because this is what ought to be
considered as the only cause of true and total sadness. If Christ were to be
taken from me, this would be really unfortunate; nothing would make me fear
than being far from him. The greatest torment any rational creature could have
is to be deprived of him or be far from him”. May these words help us in our
effort to be closer to Christ, the only true source of our joy. AMEN.
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